Sugerencias para congregaciones en la siguiente fase de COVID-19

  |  Source: Faith and Leadership

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A medida que ingresamos en nuestro tercer año de la pandemia, es posible que COVID-19 finalmente esté retrocediendo. Estamos viendo una relajación en cuanto a las reglas del tapabocas y distanciamiento en todo el país. Muchos imaginan un «regreso a la normalidad», pero tengo que cuestionar esa fraseología.

Si “normal” significa cómo eran las cosas antes de COVID (el nuevo B.C.), ¿es eso posible? Y si es posible, ¿es lo que queremos? Yo creo que no. Probablemente es mejor que imaginemos una “nueva normalidad”, pero esa no es una tarea fácil.

A estas alturas, la mayoría de los lugares de culto que habían dejado de reunirse en persona han reanudado sus reuniones de alguna forma. Vivimos un estilo de vida híbrido, con algunas reuniones ahora en persona, algunas en línea y muchas en ambas modalidades; nada tan normal.

Abundan las preguntas para los que toman las decisiones. ¿Exigimos tapabocas? ¿Nuestras pautas denominacionales coinciden con el espíritu de esta congregación en particular? ¿Estoy haciendo una declaración política con mis elecciones? ¿Quién soy? ¿Quiénes somos? ¿Qué estamos haciendo aquí?

Los líderes congregacionales han trabajado duro y horas extra durante los últimos dos años tratando de retener, recuperar y replantear la comunidad cristiana. Atender estas tareas nos llama a tener en cuenta la polaridad que se ha dado durante un largo tiempo en nuestro país, puesta de relieve aún más agudamente por la agitación sociopolítica y económica que ha estallado desde marzo del 2020.

¿Cómo se ve la comunidad cristiana en una América polarizada, cuando todavía nos estamos recuperando del trauma colectivo de una pandemia, curando las heridas de un ajuste de cuentas racial no resuelto y dando testimonio de las amenazas de otro conflicto mundial? ¿Qué significa ser las manos y los pies de Dios cuando a veces es difícil incluso ver a Dios?

Algunas de nuestras inclinaciones teológicas pueden advertirnos en contra de hacerle preguntas a Dios, pero admito que tengo algunas importantes. Los líderes eclesiásticos con los que he hablado también las tienen. Todos las tenemos. Y no hay garantía de que las respuestas lleguen en absoluto, o en un corto plazo. Cuando no sabemos mucho, espero que podamos descansar en lo que creemos acerca de quién es Dios y cómo Dios nos llama a actuar.

No hay una lista de respuestas correctas; lo más importante en este momento es que tomamos la decisión intencional de apoyarnos fuertemente en el ser. En última instancia, la comunidad cristiana se trata de personas que están con otras personas, trabajando para resolver esta vida desordenada.

Muchos de nosotros estamos familiarizados con un poema que fue escrito en una pared en Colonia, Alemania, durante el Holocausto y el himno [en inglés] que luego se adaptó:


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            Yo creo en el sol

            incluso cuando no está brillando.

            Yo creo en el amor

            incluso cuando no lo sientes.

            Creo en Dios

            incluso cuando Dios está en silencio.

            Yo creo en el silencio.

            ¿Qué significa creer en Dios cuando Dios está en silencio? ¿Cómo podemos nosotros, como comunidades de fe, creer en el silencio mismo?

En primer lugar, podemos buscar ser un depósito de preguntas en lugar de un dispensador de respuestas. Gran parte de nuestra tradición religiosa nos invita a ser la autoridad final sobre la vida y la justicia. Actuamos como un conducto que conecta con Dios y le decimos a la gente qué hacer y cómo hacerlo. Pero en una era de “hechos alternativos”, comentarios agresivos de los políticos y cultura de cancelación, las respuestas a veces son incorrectas. En otras ocasiones, son sólo una parte de la historia.

¿Qué significaría si nuestras comunidades construyeran nuevas iteraciones de nosotros mismos luchando juntos con las grandes preguntas mientras confiamos en Dios para encontrarnos en el proceso? Imagine el regalo que sería para los líderes y feligreses reconocer que no sabemos pero que estamos juntos en esto. Jesús no les tenía miedo a las preguntas, y nosotros tampoco debemos tenerlo.

Además de comprometernos con preguntas grandes y complicadas, podemos reconocer que los últimos dos años nos han costado en todos los sentidos posibles. Estamos subiendo a tomar aire para luego volver a las cosas que amamos, pero todos llevamos los moretones de este viaje.

A medida que volvemos a reunirnos presencialmente, debemos reconocer que muchos de nosotros somos personas fundamentalmente diferentes a las que éramos en marzo del 2020. Si bien algunos tenemos una resiliencia interna que nos ha permitido hacer cambios positivos e incluso prosperar en este momento, otros en nuestra comunidad han sufrido mucho y continúan teniendo como objetivo la supervivencia. Esa realidad está con nosotros cada vez que nos reunimos.

Sin embargo, el «crecimiento postraumático», una teoría desarrollada por los psicólogos Richard Tedeschi y Lawrence Calhoun, concibe que, después de la lucha, tenemos la capacidad de ser mejores y más sabios, más comprometidos espiritualmente y más sintonizados emocionalmente. Esta noción ofrece evidencia estadística de una promesa espiritual del profeta Isaías (Isaías 61:3, NTV).

A todos los que se lamentan en Israel

les dará una corona de belleza en lugar de cenizas,

una gozosa bendición en lugar de luto,

una festiva alabanza en lugar de desesperación.

Ellos, en su justicia, serán como grandes robles

que el Señor ha plantado para su propia gloria.

No tenemos que apresurarnos. Todavía nos sentamos con personas en su dolor, porque eso también es un trabajo increíblemente sagrado. Pero el regalo aquí es dejar que la esperanza coexista con el dolor, para que incluso mientras lloramos, mantengamos la verdad de que Dios puede traer paz y alegría a nuestros corazones nuevamente.

Hacer las grandes preguntas, llorar y hacer espacio para la corona de belleza son las prácticas que nos permiten recrear y realinearnos con quienes somos y con quienes Dios nos llama a ser. La oportunidad de esta temporada desafiante en todas nuestras vidas ha sido la oportunidad de identificar qué es importante y qué podemos dejar atrás.

Aunque Dios no cambia, nosotros sí y tenemos que hacerlo. Debemos cambiar para hacer de nuestras comunidades lugares donde todos podamos prosperar. Dios siempre está listo para mostrarnos un nuevo camino, pero debemos estar listos para verlo.

Publicado el martes 22 de marzo 2022 en https://faithandleadership.com/suggestions-congregations-entering-the-next-phase-covid-19


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